26.4.06
26.
Tokio quedaba atrás. Todo muy rápido. Muchas imágenes y sonidos. Si una palabra puede calificar a este primer destino, ella es velocidad. Haber visitado la capital del Imperio del Sol Naciente fue una mezcla explosiva entre manejar un Fórmula 1 y estar dentro de un videojuego. Ya sé, ya hice esta comparación antes, pero es imposible despegarse de ella por el vértigo y los flashes que representan a ambos...
Las últimas cuarenta y ocho horas en la isla fueron lo más parecido a un día eterno, a estar suspendido en el tiempo y ver como todo pasa en fast forward. La última noche no fue ni siquiera noche. Habíamos decidido ir a hacer surf (intentar en mi caso) en un mar artificial donde hay una playa bajo techo y nunca oscurece. Obviamente cuando salimos a las 8:30 de la mañana Raf ya no estaba con nosotros. Fuimos a desayunar con la holandesa a un lugar donde unas mujeres vestidas de geishas te servían un té riquísimo. Increiblemente no estaba cansado, ella tampoco, y me propuso ir a visitar los Jardines Imperiales. Al mediodía almorzamos en otro restaurant típico y me hizo una pequeña escena porque quise pagar yo... Luego fuimos a un parque a ver al gente pasar apurada. Todos en Tokio están apurados a toda hora del día. Bah, todos menos los colegiales. Cientos, miles de japoneses y japonesas adolescentes caminan tranquilos, riendo, por las calles y en grupo. Se empujan, se tocan, se tiran del pelo, se besan, juegan con sus infaltables celulares, con sus infaltables ipods, con sus infaltables peinados raros y de colores...
A la tarde nos metimos en un juego de realidad virtual y competimos con unos japonesitos en una especie de guerra intergaláctica en la cuál me mataron como diez veces, y me asusté al final cuando no la encontraba a ella. Ya casi de noche y cansados de caminar y empujarnos con japoneses en el subte, y hartos del tránsito en la superficie, nos fuimos al hotel. Ahí lo vi a Raf hablando con Jade en la barra, y no quise interrumpir. Faltaban cuatro horas para que tengamos que estar en Narita para tomar el vuelo a Shangai y Raf ya parecía listo para viajar. O al menos parecía por la ropa que llevaba puesta... Con la holandesa nos fuimos para su habitación. Pedimos comida y nos quedamos ahí hasta que se hizo la hora de irnos. La despedida fue un poco exagerada teniendo en cuenta que nos habíamos conocido dos días atrás... Me dió su teléfono móvil, me recordó el del hotel con el interno para su habitación, su pager (tenía pager!!!), dos direcciones de email, un teléfono en Roma y el de su casa en Amsterdam. Ah, y me dió también su nombre: Neve.

roy.
21.4.06
24.
-Nos vamos mañana. A la noche.
-No! Pará! Dame un par de días más!
-Ya tengo los tickets. Dos a Shangai para mañana cinco minutos antes de la medianoche
-Pero la holandesa!!!
-¿Qué? Si no sabés ni el nombre...
-Pero no importa, me enamoré boludo!
-Andá!!!
-Bueno, no... no sé... pero me encanta, y hay onda...
-Y bueh, yo qué sé... quedate.
-Y no... bueh, dejá... veo que hacer...
-¿?
-Seh... 'Ta bien... Dejá. No problem. Mañana nos vamos a Shangai... Venís ahora, ¿no?
-¿A surfear?
-Sí. Al coso ese cubierto, que siempre es de día, y hay playa y olas y chicas en bikini...
-Seh...
-¿Y la japo?
-Jade. Está esperando abajo.
-Bueno, traela... Tiene buenas tetas... debe saber surfear...
-¿Y qué tiene que ver?
-No sé... pero le debe quedar bien un bikini... ¿Sabés que yo le compré uno a la minita esta?
-¿A la holandesa?
-Claro!
-Ja!
-Se lo iba a probar, y me esperaba abajo... Capaz se están haciendo amigas en el lobby... Che, si pinta la fiesta... ¿te copás?
-¿Qué decís? No te escuché...
-Nah, nada... Andá bajando, yo termino de cagar, me doy una duchita rápido y bajo.
-Ok, te espero bajo... no te tardes mucho...
-Nah, ya termino y me baño en un toque.

roy
23.
Podés estar en Buenos Aires, New York, Tel Aviv, La Paz, Bucarest o Tokio. Sin embargo entrás al lobby de un hotel cualquiera de una ciudad cualquiera y las fronteras, idiomas y culturas se mezclan de tal manera que hacen que todo se anule, se disuelva y se vuelva tan insípido que resulte imposible saber en qué parte del mundo se encuentra uno... Y ahí estaba yo, sentado en un sillón súper cómodo, hojeando una Der Spiegel luego de haberme aburrido con una edición del día anterior del Le Monde Diplomatique, poniéndome a tono con un martini preparado por Hitoshi, el camarero del cual ya me había hecho medio amigo, y esperando a la holandesa, la cual todavía no sabía el nombre, y Raf, que se había ido a Hiroshima con una japonesa, la cual había conocido por ahí.
La gente iba y venía. Pasaron por el lobby en menos de 5 minutos, unos ejecutivos gringos con sus pares japoneses riéndose, un equipo de fúbol, unas geishas con sus trajes típicos, un par de viejos con pinta de mafiosos con unas chiquillas orientales de pelo lacio, pollera muy corta y grandes escotes, y un grupito de jóvenes nórdicas. Reprimí mis instintos de perseguir a las chicas y en cambio me pedí algo de comer en el bar-restaurant. Ya eran las 9 pm en punto (lo constaté en el gran reloj a la entrada del bar), tenía hambre (no mucho) y seguía solo. Situaciónes que cambiarían en exactos 7 minutos: por empezar, se hicieron las 9:07. Luego el poco hambre que tenía se evaporó al ver unos bocados de vaya uno a saber qué y de color azul y en un plato muy bien decorado, eso sí, que me trajo el mozo. Y en seguida, cuando me estaba pidiendo una cerveza, vi entrar al bar a la holandesa.

roy
18.4.06
21.
Cosas que uno tiene que hacer sí o sí cuando sale a caminar por Tokio, Japón:
-meterse en el subte y observar un rato largo la máquina expendedora de boletos; si uno logra entenderla, depositar los millones de yenes necesarios y comprar un boleto; luego ver el espectáculo de la gente subiendo y bajando de los vagones.
-pararse en una esquina y contemplar un largo rato el espectáculo de la gente cruzando como desesperada en todas las direcciones cuando el semáforo lo indica -incluso cruzan en diagonal cuando se pone en rojo para las dos direcciones de autos (o cuatro si es doble mano)-
-tratar de comprar un pancho
-piropear en todos los idiomas posibles a las japonesas en minifalda
-sacar fotos a todo, inclusive y preferiblemente a la gente comiendo
-meterse en una tienda de electrónica para darse cuenta que salvo dos o tres cositas muy especiales, se vende lo mismo que en cualquier tienda de electrónica del mundo.
-entrar a uno de esos restoranes de comida rápida que se identifican con una M amarilla gigante sólo para tratar de hablar con alguna jóven japonesa o turista que esté haciendo la cola y convencerla -sin exito- de ir a tomar algo a otro lado
-buscar alguna verdulería para comprobar si es verdad que una uva cuesta un dólar
-pararse en el medio de la calle y señalar con un dedo y mirar hacia arriba unos 5 minutos; cuando se haya juntado suficiente gente, preguntarle a alguien qué es lo que están mirando, e irse
-buscar alguna tintorería...


-y volver al hotel con algún regalito para la holandesa...

roy
20.

Los japo son una masa. Están todos re quemados...

roy
13.4.06
18.
Raf no llegaba más. Ni idea dónde se había metido. Esperé unos minutos jugando a un video de guerra espacial en el lobby del hotel, pero nada. Entonces me harté y me fui a recorrer la ciudad de día.

roy.
17.
Típico. Esos dos, tres segundos que tardás en abrir los ojos cuando te despertás. Dos, tres segundos en que te empezás a preguntar dónde estás y tratás de hacer un recorrido por los recuerdos para llegar al último. Recuerdos que en esos dos, tres segundos se confunden y mezclan con sueños y el recordar se hace todavía más complicado...
Cuestión que el sol me daba en la cara. Lo sentía del otro lado de mis párpados. Sin embargo no tenía calor. Al contrario. Frío. Primeros indicios. Había una ventana y estaba prendido el aire acondicionado. Las sábanas parecía que estaban enredadas por todo mi cuerpo desde mis piés hasta la espalda. Segundo indicio: La suavidad y el roce hicieron que me diera cuenta que estaba desnudo, boca abajo. Sin abrir los ojos, con la cara pegada a la almohada, saqué mi brazo derecho de debajo de mi cuerpo y lo estiré. Exploré un poco hasta por debajo de la otra almohada. La cama estaba vacía pero se notaba como que alguien había dormido ahí. Hice un ruido entre gutural, tos y gruñído. Nadie contestó. Bueno. Otra no me quedaba. Odio no sabér donde despierto y en qué circunstancias. Abrí de a poco los ojos y quedé ciego. El sol pegaba a pleno en doble vidrio de la ventana. Me tapé con una mano y me di vuelta. De a poco los insípidos muebles empezaron a aparecer. Confirmado 1: estaba en el hotel. Tragué un poco de saliva. Abría y cerré los ojos de nuevo. Un par de veces. Me senté en la cama. Esperé. Esperé más. Y más. Y nada. No me acordaba nada. Ni cómo había vuelto. Ni cómo me había ido de esa fiesta. Ni qué había pasado en ese piso 31. Unos flashes nada más. El ventanal. El sillón rojo, grande. La holandesa encima mío. Un japonés con una bandeja. Un trago. Otro. La holandesa que me pide que saque la lengua. Me la toca con el dedo. Siento un gusto a... ¿chispas? ¿estrellas?. Y la holandesa que se come mi lengua. Y ruido. Y colores. Y saliva. Y piel. Y el ventanal con esa vista de Tokio. Y el sillón. Y mi vista del techo. Luces. Y más gente alrededor mío. Y muchas manos, bocas y ombligos. Y la holandesa siempre encima.... Y black out. Como si me hubieran desenchufado y vuelto a conectar hace 36 segundos. Y yo sentado en la cama. Y la holandesa que sale desnuda del baño, medio apurada. Me saluda, recoje su ropa del piso. Se viste. Me saluda de nuevo. Me dice que está apurada, que nos vemos en el lobby esa misma noche. Y se va. Yo sentado en la cama... Mierda! ¿Cogimos y no me acuerdo?

roy
5.4.06
14.
Adentro era todo locura. Música a niveles ensordecedores, humo, mucho, pero sin sabor ni olor. Cientos de luces verdes, en el techo, en el piso, en las puertas. Pantallas de plasma que vomitaban imágenes películas de acción de los 80s, onda Rambo y Chuck Norris alternando con porno clase A made in California. Y demasiada gente... rara. La morochita seguía pegada de mi mano y era como si yo la arrastrara por entre la gente, que se amontonaba, se empujaba, se tocaba, bailaba, y se besaba. A los otros dos los había perdído, no sé si antes de entrar, en el ascensor, o qué.
Junto a una columna encontré a Raf. Mantenía una acalorada discusión con un teléfono publico o unos matafuegos, no supe distinguir. Y al fondo, unos sillones rojos, y un ventanal...



roy
13.
Salir a la calle en Tokio de noche es lo más parecido a meterme en un videojuego que me haya pasado... al menos en los últimos 49 segundos...
A pesar de mis dos vodkas con OJ, estaba todavía bastante centrado, al menos para absorber los colores, sonidos y sabores de esa noche, en especial de la holandesa, que en menos de media cuadra ya me la había apretado dos veces. A todo esto, la pareja de holandeses rubios estaban re escabiados y solamente nos seguían. Dimos media vuelta manzana, y algunas de las palabras de Raf empezaron a cobrar sentido. Un inmenso edificio se elevaba por encima de un Starbucks abierto y repleto de japoneses.
Cruzamos como pudimos una gran avenida y buscamos entre los cuatro alguna entrada al edificio. La morochita creyó encontrar un portero eléctrico y me llamó. Al llegar me encontré con una gran puerta de vidrio que dejaba ver un terrible y lujoso hall de entrada, vacío de gente pero con sillones de cuero negro, espejos y paredes y techos blancos. En el tablero había 700 millones de botonitos. Curiosamente en lugar que correspondía al piso 31 había uno solo. No lo pensé mucho y toqué. El mismo sonido que había salido en el teléfono hace unos minutos cuando atendí en el hotel salió de la pared. En un lapso de lucidez pronuncié las únicas palabras que no cerraban ni encajaban en nada hasta ahora. "Mario Baracus".
La morochita me miró. En ese instante llegaron tambaleándose los otros dos. Se hizo un silencio. Y de repente, BZZZZZZZZZZ. La puerta empezó a hacer ruido. Empujé, y entramos.

roy.
4.4.06
11.

Ya iba por mi segundo Screwdriver y los holandeses me llevaban como mil cervezas de ventaja... En medio de las risas se nos acercó el camarero. Bueno, está bien. Estábamos medio borrachines, eran casi las 2 am, pero tampoco estábamos haciendo tanto lio. Lo vi venir al nipón pelado, de camisa blanca, tiradores negros, más típico imposible, serio y con el seño fruncido e imaginé decenas de excusas y contestaciones en varios idiomas (menos japonés) para defenderme, defendernos, ganarme definitivamente a la parejita neerlandesa... en definitiva, hacerme el rebelde. El tipo se puso frente a mí del otro lado de la barra y me señaló. Nos miramos en silencio. Los holandeses se miraron entre ellos y se sumergieron en sus porrones de cerveza. Y el tipo habló.
-Iú. Fon.
No dije nada y lo miré con cara de "en qué idioma me estás hablando?". El tipo repitió.
-Iú. Fon!-, siguió con su cara de samurai ,-Telefón, iú, roy. Telefón- y obviamente señaló al teléfono que estaba descolgado en la otra punta de la barra.
Ahhhhhhhhhhh!!! Ahora sí. Capo el japo. Les dije en inglés a los holandeses que tenía una llamada, que ya volvía, y me fui a atender.
Al levantar el tubo escuché un ruido muy fuerte. Como de televisor encendido pero sin señal. Ruido blanco. Y una especie de música, y una voz muy lejana. Alcancé a distinguir pocas palabras en lo que fue casi un telegrama hablando. "Roy, Raf, bar, fog, fiesta, Walken, loco, fog, Christopher, 31, edificio, Starbucks, Mario Baracus, 31, Starbucks, Mario Baracus, Mario Baracus."
Creí haber entendido de qué se trataba el llamado de Raf, y fui a comentarles a mis nuevos amigos. Obviamente cuando llegué a ellos me había olvidado la mitad de las palabras, pero pude comentarles que había una fiesta a un par de cuadras, si querían venir. Aceptaron, se terminaron sus respectivas cervezas, y me dijeron que espere un segundito. Ella sacó un celular y habló en holandés. En cinco minutos se sumó al grupo una morochita divina. Se saludó con un pico con la rubia, con un pico con el rubio y se quedó ahí. Me presentaron y no tardé mucho en darme cuenta que había confianza suficiente como para partirle la boca.

roy
3.4.06
9.
..Y bueno, no tuve otra opción que pedirme un fernet... Lástima que ni el camarero ni la parejita de holandeses me entendieron... Me conformé con un Screwdriver: vodka n' OJ. Universal...

roy
1.4.06
8.
Obviamente Raf había salido a explorar. A esa altura ya estaría perdido o lo habría pisado algún auto mientras miraba para arriba y quedaba hipnotizado con algúna gigantografía...
Entonces ya había pasado tiempo prudencial para que salga yo. Pero no me gusta salir de una y abrumarme y no saber qué hacer. Así fue entonces que bajé al lobby y busqué el bar. Bastante elegante e internacional para mi gusto, pero zafaba. Debajo del gran marco de entrada y junto a unas cortinas de seda azul me puse a checkear el ambiente. Había bastante gente por ser las 12 y media de la noche... En la barra sobraba un lugar junto a una parejita. Rubios ellos dos. Hacia allí me acerqué, me senté y llamé al camarero nipón.

roy
6.
Tirado en una comodísima y gigante cama en la habitación del hotel, hacía zapping en mute a una velocidad de cinco canales por segundo y trataba de recuperarme del famoso jet lag. Del otro lado de la ventana ruidos, luces de neón y cemento infinito. Las siete millones de horas de avión no sirvieron para nada más que acumular fracasos. Las estudiantes nordicas era muy simpáticas, me senté con ellas, nos reimos mucho pero no me pude llevar al baño a ninguna. Y eso que te juro que probé y intenté con todas y cada una de ellas... Tampoco pude ver ninguna película. La mitad ya las había visto y el resto no me interesaba. La aeromoza nipona nunca me devolvió ni medio perro, y por ser tan perra, cada vez que la veía venir me levantaba y le pasaba por al lado y le tocaba la cola...

roy