13.
Salir a la calle en Tokio de noche es lo más parecido a meterme en un videojuego que me haya pasado... al menos en los últimos 49 segundos...
A pesar de mis dos vodkas con OJ, estaba todavía bastante centrado, al menos para absorber los colores, sonidos y sabores de esa noche, en especial de la holandesa, que en menos de media cuadra ya me la había apretado dos veces. A todo esto, la pareja de holandeses rubios estaban re escabiados y solamente nos seguían. Dimos media vuelta manzana, y algunas de las palabras de Raf empezaron a cobrar sentido. Un inmenso edificio se elevaba por encima de un Starbucks abierto y repleto de japoneses.
Cruzamos como pudimos una gran avenida y buscamos entre los cuatro alguna entrada al edificio. La morochita creyó encontrar un portero eléctrico y me llamó. Al llegar me encontré con una gran puerta de vidrio que dejaba ver un terrible y lujoso hall de entrada, vacío de gente pero con sillones de cuero negro, espejos y paredes y techos blancos. En el tablero había 700 millones de botonitos. Curiosamente en lugar que correspondía al piso 31 había uno solo. No lo pensé mucho y toqué. El mismo sonido que había salido en el teléfono hace unos minutos cuando atendí en el hotel salió de la pared. En un lapso de lucidez pronuncié las únicas palabras que no cerraban ni encajaban en nada hasta ahora. "Mario Baracus".
La morochita me miró. En ese instante llegaron tambaleándose los otros dos. Se hizo un silencio. Y de repente, BZZZZZZZZZZ. La puerta empezó a hacer ruido. Empujé, y entramos.
roy.
1 comentarios:
Jajajaj. ¿Era la clave de entrada?
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