26.
Tokio quedaba atrás. Todo muy rápido. Muchas imágenes y sonidos. Si una palabra puede calificar a este primer destino, ella es velocidad. Haber visitado la capital del Imperio del Sol Naciente fue una mezcla explosiva entre manejar un Fórmula 1 y estar dentro de un videojuego. Ya sé, ya hice esta comparación antes, pero es imposible despegarse de ella por el vértigo y los flashes que representan a ambos...
Las últimas cuarenta y ocho horas en la isla fueron lo más parecido a un día eterno, a estar suspendido en el tiempo y ver como todo pasa en fast forward. La última noche no fue ni siquiera noche. Habíamos decidido ir a hacer surf (intentar en mi caso) en un mar artificial donde hay una playa bajo techo y nunca oscurece. Obviamente cuando salimos a las 8:30 de la mañana Raf ya no estaba con nosotros. Fuimos a desayunar con la holandesa a un lugar donde unas mujeres vestidas de geishas te servían un té riquísimo. Increiblemente no estaba cansado, ella tampoco, y me propuso ir a visitar los Jardines Imperiales. Al mediodía almorzamos en otro restaurant típico y me hizo una pequeña escena porque quise pagar yo... Luego fuimos a un parque a ver al gente pasar apurada. Todos en Tokio están apurados a toda hora del día. Bah, todos menos los colegiales. Cientos, miles de japoneses y japonesas adolescentes caminan tranquilos, riendo, por las calles y en grupo. Se empujan, se tocan, se tiran del pelo, se besan, juegan con sus infaltables celulares, con sus infaltables ipods, con sus infaltables peinados raros y de colores...
A la tarde nos metimos en un juego de realidad virtual y competimos con unos japonesitos en una especie de guerra intergaláctica en la cuál me mataron como diez veces, y me asusté al final cuando no la encontraba a ella. Ya casi de noche y cansados de caminar y empujarnos con japoneses en el subte, y hartos del tránsito en la superficie, nos fuimos al hotel. Ahí lo vi a Raf hablando con Jade en la barra, y no quise interrumpir. Faltaban cuatro horas para que tengamos que estar en Narita para tomar el vuelo a Shangai y Raf ya parecía listo para viajar. O al menos parecía por la ropa que llevaba puesta... Con la holandesa nos fuimos para su habitación. Pedimos comida y nos quedamos ahí hasta que se hizo la hora de irnos. La despedida fue un poco exagerada teniendo en cuenta que nos habíamos conocido dos días atrás... Me dió su teléfono móvil, me recordó el del hotel con el interno para su habitación, su pager (tenía pager!!!), dos direcciones de email, un teléfono en Roma y el de su casa en Amsterdam. Ah, y me dió también su nombre: Neve.
roy.
4 comentarios:
Wow! Y donde estuve todo ese tiempo? Dando vueltas al revés, cierto. ¿Y ahora? ¿Dónde estamos?
no sé... ya te dije, vas, desaparecés, te tomás pastillas extrañas, un tren... mientras yo aprovecho para conocer...
Me gusto el remate del nombre.
¿Y qué hay de Neve? Qué historias tan chistosas. Qué flash lo de a piscina de olas. Quiero ser adolescente en Japón y halarme las mechas.
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