3.8.09
58.

- ¡Hotel!, ¡Hotel! - el chinito sangriento gritaba lo mismo que el maldito brillante Mark Sandman de Morphine en "Supersex". Desde el suelo le dije el nombre de mi hotel y su reacción fue salir corriendo. Qué bueno, me dijo mi fémur hecho pedazos.
Pero al rato estaba volando en un Bell 222 de doble turbina anaranjado (como el Lobo del Aire-Airwolf, bah, sólo que anaranjado y con letras chinas negras). Y mis bolsos estaban ahí, a un costado de la camilla.
Es que en China, por algún motivo extraño, está bastante prohibido cortar a machetazos las colas de dragones de Comódo en extinción y hacerlos liquidarse mútuamente, está también muy prohibido emborrachar a turistas con shows extremos y está prohibidísimo hacer que se tiren de cuartos pisos. Todo es black market y mi extracción de la ciudad también lo fue.
El colchón con la jeta de Larry King, pensaba en mi semiagonía, sólo podía ser la humorada de una sociedad alguna vez colonizada por ingleses. Me tiré sobre un gigante de las noticias. Pero las noticias no me salvaron. Ni Larry.
Alejándome de la explosión de rayos que era la ciudad desde el continente, me sentí de nuevo Deckard, de nuevo poco humano. Y muy, muy ajeno a aquél paisito lejano e idealizado del que rajamos. Plaza Flores, San Martín y Corrientes, perros con remeras... ¿¿qué??
Aterrizamos en un lugar donde la arena se te metía hasta detrás de los ojos y te hacía lagrimear castillitos.

Raf

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