5.8.09
59.

Me tomé un taxi para volver. El primero que vi que pasó por ahí. Era muy tarde, hacía frío (ya dije que odio el frío en Praga, ¿no?), y para llegar a otro transporte público que me acerque había que caminar unos cuántos metros, mil ponele.

El taxista era lo más parecido a Bill Murray que jamás haya visto. Le mostré la dirección, hizo un gesto como cancherando y se dispuso a pasearme un poco como suelen hacer los taxistas por acá, especialmente con los que obviamente no son locales.

Llegamos relativamente rápido. Por suerte porque el tipo venía escuchando una radio de pop internacional y me tuve que tragar dos canciones, una de algo que me pareció Backstreet Boys, y pegadita la siguiente, un bodrio de Enrique Iglesias. Le pagué los casi 150 csk (coronas), que marcaba el reloj, algo así como 6 euros, me dio el recibito y me bajé.

¿Esperaban alguna aventura? Pues no. El taxi no chocó. El tipo no me robó. Ni siquiera se largó a llover.

Ah, bueno. Sí. Cuando quise entrar al edificio, me di cuenta que no tenía las llaves. O se me cayeron en el taxi o las había dejado en la mesa del cyber esa mañana, o apoyado en algún lugar de la Petřínská rozhledna cuando quise pagar algo... Cuestión que metí las menos en los bolsillos de mi campera y me senté en el umbral a esperar a Tereza.

roy

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