2.10.09
65.

El tren era el más moderno en el que jamás haya viajado. No habían pasado cinco minutos de haberme sentado en uno de sus comodísimos asientos-cama, que la formación ya había dejado la estación de central de Praga Hlavní Nádrazí sin que me haya dado cuenta. El tren se deslizaba por los rieles sin hacer el menor ruido y mucho menos algún movimiento brusco.

Bueno, decía, era el tren más moderno que utilizaba. Todo nuevo, impecable, limpio. Cada lugar, cada asiento, tenía su propia pantalla de LCD con estrenos y canales de audio. Muchos diarios y revistas de todos lados estaban a disposición en un estante al frente de cada vagón, y había señal de internet, wi-fi de banda ancha. Parecía un avión, pero infinitamente más cómodo aun. Tanta modernidad y comodidad resaltaban ante la ausencia de pasajeros. Nunca supe si por el horario (salimos de Praga a las 00:42), o por el día de semana (lunes, noche del domingo), o el precio (55 euros), pero tren estaba casi vacío.

Cuando llegamos a la primer parada (Brno, poco más de 3 horas después) al ver que sólo un grupo de trabajadores (tenían valijas y cascos) se subieron a un vagón del fondo, perdí todas esperanzas de entablar conversación con alguna turista o hacerme amigo de alguna húngara que me pueda dar alojamiento en Budapest.

Decidí entonces explorar el tren más a fondo y llegar al vagón-restaurante/bar, que según me habían dicho, tenía una gran variedad de tragos europeos y estaba abierto siempre.

roy.

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