28.7.09
54.

Se me apareció el chinito sangriento este. Te decía: yo fumando, bahía de Hong Kong, niebla, algas fritas y esas bolsas de basura con brillantina o rojo flúo que vuelan por todas partes... y se me acerca este pibe, que no es que sangraba ni nada. Pero tenía algo enfermo con la sangre.
- Friend, friend - me dice. Y te traduzco porque el resto siguió en inglés.
- Ni hao friend! - me dice - ipod? xbox? music? woman chiky chiky? opio? arma? - me ofreció primero. Tendría 8, 9 años. ya me habían ofrecido mucho de eso y ya había acepado gran parte también. No, eso no me interesaba. Y el chinito sangriento lo supo:
- Ok... no policia ah? -
Negué con la cabeza. "No policia"
Y entonces entró a ofrecerme todo lo otro. O sea, lo no-material. Carne, sangre, bichos vivos, órganos... - Semen de ballena? -y sonreía. No. "Ojos de panda?" No. "Gatitos siameses verdes?" No.
Sangre de dragón? ... Sangre de dragón? ...
Sí.
Wow. Lo seguí por más calles espejadas y cruzando puentes y bajando ascensores hasta lo que parecía la entrada a un hospital pero no era nada que tuviera nombre. Era estadio, feria, freak show, ring, humo, cicatrices, trajes caros y sudor y putas y carajo, había de todo en este garage de variedades. Payasos que hacían malabares con sus lenguas quirúrjicamente largas, Sumo de raquíticos, una pileta de cerveza donde podías cazar tus propios frutos de mar ebrios... y los dragones. Me senté. El chinito me trajo un vasito de plástico con algo rojo que olía a vodka. En la arena se abrieron las dos jaulas. Y salieron los dos dragones.
Después googlié: los dragones de Comódo están en extinción y encima son caníbales. Su mordedura no corta mucho, pero penetra e inocúla una saliva apestosa que te mata en pocas horas. Como son los únicos depredadores de la isla que habitan, no conocen el peligro y atacan lo que sea que consideran que los agredió.
En este caso, había dos señores disfrazados de Sandokán, cada uno junto a una jaula, y cuando los dragones salieron, los dos hicieron lo mismo: rebanarle la cola de un machetazo a su dragón.
Y ahí te tomás el contenido del vasito y es una porquería, puro alcohol y otra cosa, pimienta, ácido pero no te queda otra que tragar todo con asco y furia mientras los Sandokán corren por la arena bañando a los de adelante con chorros de sangre fría y los bichos ahí en el medio se reconocen mútuamente como agresor y se hacen pedazos en pocos minutos.
Salís aturdido, shockeado, de la mano del chinito sangriento, y sin saber a dónde te lleva ahora.

Raf.

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