4.10.09
68.

El tipo que manejaba el auto, a pesar de repetirme como cuatro veces que hablaba cinco idiomas, pareció no entender que yo estaba de muy mal humor. Me sentía mal, cansado. No quería hablar. Sólo quería estar en la habitación del hotel, darme una ducha y dormir. Pero bueno, era bien temprano en la mañana, no sé qué hora, y el tipo recién empezaba su turno, y quería hablar. No le importó que yo casi ni le contestara, y muy orgulloso mientras manejaba con las dos manos en el volante en posición de 10:10, se jactaba de saber hablar, además de su lengua materna, el húngaro, italiano, ruso, inglés y un poco de alemán. Y se empecinó en hacerme saber que a pesar de algunas (muchas) cosas de la modernidad y el capitalismo globalizado, extrañaba un poco cuando su país estaba bajo la órbita de la URSS, que Hungría era el país en dónde mejor se vivía de este lado de la Cortina de Hierro, y que la caída del Muro hizo que su país, junto con Rumania, Bulgaria, las repúblicas de los Balcanes y demás países de Europa de Este se emparejen, de alguna manera, hacia abajo. Decía que ellos tenían libertadas que los otros no tenían, y que a pesar de no ser un país con una democracia occidental, el socialismo hungaro, Goulash Communism, como le llamaban, resultó una buena experiencia para la población. Y que el capitalismo les trajo más libertades y dólares, y también repitió la palabra modernidad (modernity, la dijo unas 300 veces en nuestro corto viaje), pero también más desigualdad, prostitución y drogas como nunca antes y el importante y significativo hecho que muchos jóvenes emigren a Alemania, principalmente. Antes de bajarme, como si fuera necesario, quiso dejarme en claro que él no era comunista.

roy.

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